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jueves, 26 de julio de 2012

Vivir es un asunto urgente


Desde Marzo de este año sin publicar nada…he aprendido tantas cosas…y desaprendido otras tantas…todo en orden y desorden, empiezo compartiendo con vosotros el capítulo 3 del libro Vivir es un asunto urgente del Doctor Mario Alonso Puig. Como aperitivo y posible caramelo para que os animéis y lo leáis, os diré que justo al empezar la lectura te despierta con frases como ‘comprender para conectar’ o ‘convencer para dominar’; nos ayuda a entender la relación existente entre los procesos mentales y el mundo emocional; define el estrés positivo o eustrés y el estrés negativo o distrés; el motivo por el que no es aconsejable eliminar el estrés sino más bien aprender a gestionarlo. Me ha ayudado saber que una vez que han pasado noventa minutos con nuestro motor al máximo rendimiento y no hemos parado unos minutos a recuperarnos, a mover nuestro cuerpo, a hacer un ejercicio de relajación sencillo, se pone en marcha el estrés negativo o distrés: empezamos a sentirnos agotados, nos irritamos, perdemos concentración y memoria y nos atacan las emociones negativas...y a partir de aquí creo que ya sabemos el resto de posibles consecuencias para nuestra salud. Que disfrutéis esta lectura.  

Capítulo 3: La luz que poco a poco se apaga   

Probablemente muchos de nosotros hemos entrado en algún momento de nuestra vida en algún lugar que se encontraba completamente a oscuras. De manera casi instintiva hemos extendido los brazos hacia delante para intentar distinguir los obstáculos antes de chocar contra ellos. Nuestro caminar era lento e inseguro porque nuestra principal ayuda, la vista, en ese momento no estaba operativa. Si alguien hubiese encendido en algún momento una simple cerilla, podríamos haber empezado a distinguir de inmediato el camino para salir de aquella oscuridad. Notaríamos como nos iríamos relajando de manera paulatina y empezaríamos a distinguir multitud de objetos que antes permanecían ocultos a nuestros ojos. Existe un relato muy conmovedor que al parecer ocurrió tras el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre en Nueva York. Uno de los grupos de personas que estaban atrapadas en una de las plantas de una de las torres se encontraba en plena oscuridad, y no tenían muy claro que había sucedido y como tenían que actuar. De repente se encendió una pequeña linterna y empezó a moverse en una dirección determinada. Esta los guió y los condujo por las escaleras sanas y salvas hasta el exterior. Nunca se supo quien había sido el portador de aquella linterna.
Cuando nosotros entramos en distrés, nos pasa algo semejante. La luz de nuestra conciencia se va apagando de manera gradual, hasta que nos quedamos sumergidos en una completa oscuridad mental. Tal vez podamos apreciar los objetos que nos rodean porque nuestra visión no está afectada, en cambio seremos incapaces de encontrar la salida para nuestras angustias, inquietudes o preocupaciones. Los problemas los veremos como insolubles y sus soluciones completamente inexistentes.

Cuando nos veamos a nosotros mismos metidos en un “túnel” sin salida, es importante tener presente que esta circunstancia no la causa la falta de recursos importantes, como la inteligencia, la memoria o la imaginación. El causante de esta situación lo encontramos en lo que se denomina un estado mental limitante. Para entender esto con mayor facilidad vamos a utilizar una analogía. Visualicemos a uno de los mejores jugadores de baloncesto que haya en el mundo. Sus habilidades le permiten encestar sin dificultad. Imaginemos que a ese mismo jugador lo introducimos en una gran caja transparente y cerrada. ¿Verdad que por bueno que sea mientras no salga de su caja no podrá encestar? Esa caja representa un estado mental limitante que restringe toda movilidad y puede anular por completo todo su talento. El jugador de baloncesto no es limitado, sino que hay una estructura que lo limita. Esta es una distinción fundamental que necesitamos hacer. ¿Por qué cuando estamos en distrés se hace la oscuridad a nuestro alrededor y somos incapaces de encontrar salidas y soluciones, y nos “ahogamos en un vaso de agua”? La razón es que en el distrés se produce una alteración muy importante del riego sanguíneo en el cerebro. Este cambio hace que algunas de sus partes, fundamentalmente los lóbulos prefrontales, situados en la parte más anterior de nuestro cerebro, reciban menos sangre. La falta de riego sanguíneo hace que las neuronas de los lóbulos prefrontales reciban menos oxígeno y menos glucosa, con lo cual baja su metabolismo y se empobrece su función. Estos últimos son clave a la hora de integrar, de armonizar el funcionamiento de ambos hemisferios del cerebro. Además, son esenciales en los procesos de razonamiento y de mantenimiento de la atención. Los lóbulos prefrontales son también imprescindibles para imaginar el futuro y para tomar decisiones, y están implicados en todos los procesos de aprendizaje. Las consecuencias de estos descensos en el metabolismo neuronal son serias, ya que se pierde la capacidad de ver las cosas con perspectiva. Además, no se puede razonar con un mínimo de precisión analítica. La creatividad es interferida, de la misma manera que lo es la toma de decisiones. El aprendizaje y la memoria experimentan una parálisis progresiva, de tal manera que resulta casi imposible almacenar e integrar nuevos datos, nueva información. Además, aparece un fenómeno de lo más curioso que consiste en que la memoria empieza a atraer sólo aquellos registros negativos que se encuentran almacenados en ella. Esto hace que comencemos a recordar sólo los episodios negativos de nuestro pasado: las personas que nunca nos ayudaron, las que siempre nos criticaron, los fracasos que tuvimos, lo que siempre quisimos y nunca alcanzamos.


Además, la imaginación sólo nos muestra mundos grises, oscuros y amenazantes. Por todo esto, el distrés, si se mantiene en el tiempo, lleva claramente a un estado de desesperanza y de depresión.

La salida al distrés se encuentra en la utilización de la vía de las emociones positivas que, como veremos más adelante, incluye sobre todo la verdadera conexión emocional con uno mismo y con los demás. La vía de las emociones positivas es la clave de la resiliencia, de esa capacidad de recuperarnos rápidamente de las adversidades, una cualidad que tienen los juncos y de la que carecen los troncos viejos, duros y resecos, los cuales, a diferencia de los anteriores, pueden partirse cuando un viento sopla con fuerza.

Desde un punto de vista práctico quisiera resaltar algunas estrategias para hacer frente con eficiencia a esas situaciones en las que tantas veces nos sentimos confusos y perdidos.

Cuando nos sintamos imposibilitados para resolver algo porque nos vemos a nosotros mismos en el interior de un túnel, empecemos por acostumbrarnos a reflexionar, a pensar que no es que no exista la salida a ese túnel, sino que mientras no cambiemos de estado mental, sencillamente, no la veremos. Puede que parezca a primera vista que esta distinción no es relevante y, sin embargo, si lo es y mucho, porque es la misma distinción que existe entre ser torpe o realizar torpezas, entre ser un fracasado y cometer errores.

Recuerdo el caso de un chico joven que acudió una vez a mi consulta porque le dolía el estómago. Lo primero que me dijo fue: “Doctor, verá, yo soy muy nervioso y por eso me duele el estómago”. “¿Quién te ha dicho que eres nervioso?”, le pregunté. “Mi madre”, me respondió. Se sorprendió de que yo le insistiera tanto en que a partir de ese momento, en lugar de repetirse continuamente que era nervioso, se dijera que lo que tenía eran nervios. Es muy diferente el impacto que tiene en nosotros una conversación cuando usamos el verbo ser o el verbo tener. De ahí que resalte tanto la importancia de que cambiemos la interpretación de la frase “soy limitado” por la de “en este preciso momento estoy experimentando unas limitaciones”. El lenguaje no sólo describe la realidad, sino que además es capaz de crearla. Nuestra forma de hablarnos a nosotros mismos afecta tremendamente a nuestra manera de relacionarnos con el mundo.

Resultan muy sorprendentes los estudios del profesor japonés Masaru Emoto y sus fotografías, que muestran como la manera de hablar a simples recipientes con agua afecta a la forma que adquieren los cristales cuando esta se congela. No olvidemos que un porcentaje enorme de nuestro cuerpo es agua. Resulta inquietante pensar en la manera en la que nosotros con nuestra forma tan dura de hablarnos a nosotros mismos podemos afectar a nuestro cuerpo. Hoy el mundo de la energía es cada vez más reconocido, valorado y respetado. Disciplinas como el yoga, taichí, el Qi Gong o el Reiki son incluidas en el tratamiento de enfermos en algunos de los hospitales más prestigiosos del mundo. Cuando nosotros hablamos, también hay una emisión de energía y hay formas de energía que sanan y otras que enferman.

Hay otra estrategia que nos puede también ser de utilidad. En esos momentos en los que nuestra capacidad de razonar y de reflexionar se encuentra limitada, la salida del túnel a veces no pasa por pensar, sino por actuar, por no quedarnos inmovilizados. Demos un paso adelante, aunque sea muy pequeño, hagamos algo, una llamada, tomemos una pequeña decisión aunque no sea perfecta. El distrés nos paraliza o nos invita a huir. Por eso es tan importante moverse, hacer algo, dar un paso adelante. Un movimiento sencillo lleva un mensaje de gran impacto a nuestro cerebro: ¡YO PUEDO! Es una pena que porque haya tantas personas que piensen que lo que pueden hacer es tan poco que no vale la pena, haya tantas personas que no hagan nada. 

2 comentarios:

  1. Genial esa invitación a la acción! Es fundamental el uso que hacemos del lenguaje, nos cambia totalmente de posición el verbo ser o estar. No es lo mismo "ser un enfermo crónico" que "tener una enfermedad crónica". ¿Cual de las dos capacita más?

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  2. Hola SuperYolanda! ya sabes lo que te aprecio aunque no nos veamos. Estoy encantada con tu grupo de Facebook ! Coaching para la Salud...qué acertado y qué necesario. Un abrazo muy fuerte

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